09-Chile: Valparaíso y Viña del Mar. El eco incesante de Pablo Neruda

Chile:Valparaíso y Viña del Mar. El eco incesante de Pablo Neruda (20, 21, 22 y 23 de octubre de 2013)

En el pequeño aeropuerto de Calama, en el norte de Chile y los confines de Atacama, muchos mineros del cobre y otros minerales aguardan para coger el avión hacia unos días de descanso en sus casas, algunos casi al sur del país. Vladimir, uno de los mineros que viajaba con cinco días de permiso, nos informa de las condiciones laborales de las minas y nos regala su opinión sobre cuestiones generales de la política de Chile. Su cordialidad y preocupación por nosotros resulta exquisita; nos habla de su mujer y sus hijos con indisimulado orgullo y no nos dejará de la mano al llegar a Santiago hasta vernos subir en el autobús que nos conducirá a Valparaíso. Su amabilidad le lleva a ofrecernos su casa para una posible visita y se despide con emoción y afabilidad.

El vuelo, siguiendo la cordillera de los Andes, permite el asombro sin pausa a lo largo de los kilómetros y kilómetros de distancia. El desierto se continúa a sí mismo entre las cordilleras subandinas, y los Andes, nevados, trazan una línea permanente en el horizonte.

De Santiago de Chile a Valparaíso el paisaje se llena de verde y frondosidad; se respira la humedad en el viento fresco que corre. El contraste con Atacama parece sorprendente. El agua corre caudalosa por los ríos y los árboles y los cultivos lo inundan todo ante la vista.

Valparaíso vive estos días una huelga de basuras que, aun afeando la ciudad, no consigue matar su encanto. Nos instalamos en el llamado Cerro de la Cárcel. Al lado, la plaza Aníbal Pinto y, en ella, El Café del Poeta. En su interior, sentados a una mesa, Pablo Neruda y Gabriela Mistral toman el café interminable de sus versos en una conversación silenciosa. Cenamos en su compañía y les brindamos nuestro barullo habitual de conversaciones cruzadas. No se quejaron los autores chilenos, absortos en su labor creativa.

Por la calle Cumming arriba llegamos a la plaza Bismarck y nos detenemos para visitar el Museo del Títere y el Payaso. Sigue el paseo por la Avenida de Alemania hasta la plazuela de San Luis para descender por Almirante Montt en Cerro Alegre. Cada rincón es un lugar obligado para detenerse, contemplar y hacer fotografías. Localizamos el restaurante Cocina Puerto, especializado en pescados; seguimos el paseo Atkinson y Gervasone. Excelentes hoteles encaramados en las colinas y excelentes vistas de la ciudad desde estos lugares del Cerro Concepción.

No es difícil imaginarse la configuración particular de Valparaíso. Puede recordarnos, en cierto modo, al mundo de las favelas de Río de Janeiro. Pero en su dimensión y ambiente bohemio, con sus casas de colores, calles, cuestas, ascensores y plazas, Valparaíso tiene una personalidad propia y un encanto muy particular.

Descendiendo a la calle Prat, nos dirigimos a la Plaza Justicia, en la parte baja que da al puerto. En el predio de la plaza encontramos el edificio de la Armada de Chile y el Museo con diferentes propuestas en sus exposiciones. Ya en la plaza Echaurren y sus inmediaciones, podemos encontrar varios restaurantes con ofertas diferentes de platos de marisco y platos tradicionales chilenos, como el Puerto Viejo, Café Journal o Los Porteños 2. Optamos por el Café Journal. Buen menú, abundante y de precio razonable. Una advertencia para quienes, como yo, no aprecian el sabor del cilantro; es un condimento que agregan a todos los platos, incluídas las ensaladas, espolvoreándolo  por encima. Hay que advertir que no quieres que te lo condimenten con cilantro, y aún así, seguro que se les olvida en más de una ocasión. Esto ocurre en todo Chile y a los chilenos les encanta; algunos se sorprenden de que lo rechaces y lo consideran un condimento nacional, algo así como el ajo en España, inseparable de casi todos los platos.

Por la noche volvemos a visitar el restaurante del Café del Poeta para cenar en compañía de los premios Nobel, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, y aprovechar la ocasión para comprar tres pequeños poemarios, uno de Gabriela Mistral, otro de Roberto Parra y el tercero de Vicente Huidobro.

La mañana siguiente retomamos la misma calle Cumming y al llegar a la plaza Bismarck, tomamos la Avenida de Alemania hacia la izquierda hasta llegar a la casa de Pablo Neruda, actualmente convertida en museo. Se trata de una excelente casa abierta de miradores a la bahía de Valparaíso, acondicionada según el gusto del poeta, que rezuma una intensa nostalgia y la fuerza del carácter de Pablo Neruda. Resulta emocionante observar cada detalle y el gusto, vestido de amor, con que eligió muebles y elementos decorativos, entre los que destaca la estupenda y bien proyectada chimenea central del primer piso de cuyo diseño se encargó el propio Neruda. La casa, de tres alturas, está imaginada y pensada para la amistad, la intimidad y la contemplación. Cada piso cumple una función principal, sin ignorar la idea de conjunto. Más o menos, dejé escrito en el cuaderno de visitas:

Era la casa
de Pablo Neruda en Valparaíso
casa de mirar hacia fuera
para ver con claridad hacia adentro.
 
Entrar. Estrecho
abrazo.
 
Primero, comer
y reír; después
dormir y descansar; soñar
luego,
que es escribir. Las palabras sobre el aire;
escalera de nubes
en la bahía
y aguas de Valparaíso
en ojos claros
del día.
 
La casa de Neruda
era
casa de cerro
en Valparaíso.
 
Así lo vi. Lo vi
así
y así lo viví 
como así
hoy
os lo cuento.

Al lado de la casa de Neruda, un poco más abajo, son irremediables las fotos en la Plaza de los Poetas en la que Pablo Neruda comparte espacio y protagonismo con Vicente Huidobro y Gabriela Mistral.

Después de deambular por el Cerro Florida y el Cerro Bellavista encontramos acomodo y almuerzo en el restaurante Confieso que he comido, y disfrutamos, además de la comida, las vistas de la ciudad desde el mirador privilegiado de su salón comedor.

La parte comercial de la ciudad se encuentra a la orilla de la bahía y se extiende por, entre otras, la Plaza Victoria, Plaza Bolívar y Pedro Montt.

Viña del Mar se encuentra comunicada con Valparaíso por  la única línea de metro que existe y que discurre en superficie  hasta la entrada en Viña del Mar, lo que te permite ir contemplando la bahía.

Viña del Mar es de aceras aseadas, calles bien asfaltadas, parques hermosos y cuidados; es vuelo de espuma de sus playas, centro comercial, bancos, servicios, buen gusto en todo. Ciudad moderna sin complejos, sin estridencias, con sus altos edificios de apartamentos, paseos con palmeras y fachadas pulcras hasta los aleros. No busques en Viña del Mar lo que no hay y acepta su geometría de actualidad, el diseño de su río de márgenes cuidadas con esmero y limpias, su mar pacífico hecho bahía, su Pacífico Océano lamiendo sus márgenes. Así se hace bella ascendiendo a sus cerros, dejando transitar sus autos, desparramando el sol por sus amplias avenidas. Así se escribe y se cuenta a sí misma Viña del Mar.

Al mediodía, dejaremos Viña del Mar y su plácido encanto para volver a Valparaíso y elegir el restaurante Los Porteños 2 para probar algún plato de marisco. La decepción fue total. Lo que se ofrecía como un jardín de mariscos resultó ser un montón de carnes frías de mejillones, almejas y otras especies con mal sabor. Reparamos el traspiés subiendo al Cerro Artillería para pasear por el Paseo 21 de Mayo y tomar un estupendo café y unas tartas en la casa Cuatro Vientos, colgada sobre el puerto, local de amplios ventanales y galería suspendida sobre la bahía.

Cumple decir que ni Valparaíso ni Viña del Mar son menos que lo que nos cuentan. Les sobran encantos y poesía, y siempre son promesa de un nuevo poema o, al menos, un nuevo verso.

Julio González Alonso

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4 comentarios en “09-Chile: Valparaíso y Viña del Mar. El eco incesante de Pablo Neruda

  1. Si las reencarnaciones existiesen, la mía debería realizarse en una persona lectora, compositora (hoy me conformo con escuchar lo que otros componen) y viajera, disfrutando de tiempo para realizar todas esas tareas. Pero ante todo me conformaría con ser persona, entendiendo por tal dar un poco de mi misma a los demás.
    En este momento la cuestión de los viajes la tengo cubierta con tus estupendos relatos en los que no sólo describes el paisaje o la idiosincrasia de los lugares que visitas: también te queda sitio para expresar tus emociones.
    Para tomar buen marisco hace falta que os desplacéis a Galicia. Dudo que no lo hayáis hecho. Pero, como te comentaba en otra ocasión, me limito a colocar el puntero del ratón en donde caiga y todavía no me la he encontrado.
    Es posible que estos comentarios ni siquiera los leas por haber sido escritos los artículos hace tiempo. No importa. Seguiré leyéndolos porque lo que tú escribes ni el propio Herodoto lo mejoraría.
    Salud

    Mágicas son tus narraciones.

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    • Por supuesto que he visitado Galicia en diferentes ocasiones y siempre con un resultado excepcional, incluida el agua. Disfruto, además, de la amistad de un buen amigo y poeta lucense que es un ser maravilloso con los percebes y los mejillones, de manera que cuando viene a casa puedo decir que Galicia entra por la puerta para quedarse. Un abrazo, Carmen.

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